Qué pena que la corrida de Fuente Ymbro, de la que se hablará toda la feria, no trajera anunciados a las figuras. O por lo menos a los tres toreros que hoy hicieron el paseillo. Qué pena que tuviera más cara. Qué pena que estuviera remata. Qué pena que estuviera bien presentada. Qué pena que fuera propia de una plaza de primera. ¡Qué pena que se asustaran las figuras! En difinitiva, qué pena que la corrida de Cuvillo no estuviera a la altura.
Y no lo estuvo por varias razones. Una por la presentación. Muy por debajo de lo que debe ser una plaza de primera. Y lo segundo por la gran falta de casta que demostraron uno a uno al salir por toriles.
El primero de Morante permitió ver ese toreo a la verónica que crea el de la Puebla. La media una escultura de cartel. Como las chicuelinas en ese quite que Morante regaló a los paladares valencianos. Mientras aguntó el toro, que fue muy poco, dos tandas a derechas y otra al natural en la que Morante puso más de lo que el toro tenía. Con el cuarto abrevió porque no merecía otra cosa. ¿Por qué pita Valencia a Morante? ¿Por qué no pita a los señores Tejela o Pinar -y eso sin mirar la de Alcurrucén- por dejarse ir esos toros de lío gordo?
También puso más de lo que tenía Manzanares al segundo de la tarde. Le cortó un oreja tras una faena con muletazos de nota y una estocada fulminante. Con el quinto llegó la faena de la tarde. Manso el toro y con la cara alta mirando a tablas se lo sacó al centro para quitarle querencias. Ahí Manzanares sujetó en cada pase sin quitar la franela de la cara para robarle muletazos hondos y largos. Estéticamente perfectos. Un torero en clara proyección que rompe con lo de que segundas partes nunca fueron buenas. La elegancia heredada y la clase aprendida es el binomio perfecto que lleva a Jose Mari a una faena como esta. Por abajo y muy lento, despacito y con suavidad. Siempre a favor del toro. Tanto agradeció el toro las cosas bien hechas que le permitió cuajar una faena de dos orejas. Y como colofón Manzanares cuadró al toro para entrar a matar recibiendo. Ampliando fronteras en una suerte que cada día es más monótona. Lástima de pinchazo, putada los pinchazos siguientes. Pero ahí queda la faena para el recuerdo de estas Fallas que todavía espera su tracaa torera.
Daniel, Daniel Luque. De Gerena, Sevilla. Torero joven y con valor. De los que mayor proyección tienen. Hizo mucho y bien ante el tercero muy falto de fuerzas al que mimó todo lo que pudo para sacarle algo de jugo. La falta de casta es lo que tiene. Son los toreros, las llamadas figuras, las que deben poner más al que tiene menos. El sexto, más en Cuvillo, sacó más casta que sus hermanos. Atacó Luque en una faena que terminó con un arrimón que debió tener mayor acogida en las gradas. Es lo que se presupone de un torero que viene arreando. Yo tengo ganas de Luque, muchas.
No hubo puerta grande, lo que sí hubo fueron los detalles más importantes de lo que llevamos de feria. Faltó algo, faltó toro, porque la presentación estuvo por debajo, más abajo que el juego que dieron. ¡Qué pena que nuestras figuras se obsesiones con las ganaderías!
Valencia. 6ª de Fallas. Lleno. Se han lidiado seis toros de Núñez del Cuvillo, desiguales de presentación, la mayoría por debajo del nivel de una plaza de primera. Alguno incluso anovillado. Faltos de casta en general y a menos en la muleta. Encastado el sexto.
Morante de la Puebla: ovación con saludos y pitos.
Manzanares: oreja y ovación con saludos.
Daniel Luque: silencio y ovación con saludos.