La tarde no podía empezar peor. Los aficionados habían acordado abandonar su localidad a la muerte del segundo toro y no regresar hasta el cuarto. Todo en protesta de la sustitución concedida a Manuel Jesús «El Cid» y a los malos resultados que estamos viendo en este tedioso San Isidro.
Nadie podía esperar que todo cambiaría su rumbo. El primer toro de Juan Pedro, jabonero, precioso de hechuras, noble y con mucho que torear lo recibió Julio Aparicio a la verónica que venía lanzado después de sus dos orejas en Nîmes. En una tanda con la muleta el toro le puso la zancadilla y empezó la tragedia. El toro lanzo un derrote que encontró puerto en la garganta del torero propinándole una de las cornadas más feas y espeluznantes que se recuerdan.[«Herida en región submandibular con una trayectoria ascendente que penetra la cavidad bucal, que atraviesa la lengua y alcanza el paladar, con fractura del maxilar superior. Pronóstico muy grave. Trasladado al 12 de Octubre«,]
En ese momento la corrida se quedó en un mano a mano entre dos toreros de Sevilla. Pero en Madrid. Morante intentó, sin que le dejaran, torear al primero de la tarde, el toro Opíparo, el de la cornada a Aparicio. Mató de feas maneras. El cuarto de la tarde, descastado y sin fuerza no dejó opción a Morante que provocando el miedo en el público y el enfado entre los que por ahí pasaban decidió cortar por lo sano y tras dos trasteos por abajo pasaportó al inválido Juan Pedro. Todo cambió a partir del quinto. La tarde volvió a recuperar la sonrisa después de la invalidez de los juan pedros, y la cogida de Aparicio. Hasta que salió el toro de sobrero, (5º tris) de Mari Carmen Camacho las ovaciones habían sido para Florito. Morante dejó que Rafael Cuesta parara al toro en un primer encuentro, pues ya se saben de los sobreros que llevan tiempo en los corrales. En el momento en que surgieron los primeros pitos Morante cogió el capote y embarcó en un viaje de verónicas lentas pero infinitas que pusieron en pie a Las Ventas. Fin de la historia.
El Cid quiso justificar, ante los críticos, su presencia en esa tarde. Todo llegó en el sexto. Bien con el capote. Brindó el toro a Julio – a quien le correspondió en suerte- y empezo con la derecha a pronunciar su nombre. Yo, Manuel Jesús Cid Román, no estoy muerto. He vuelto, aquí está mi seguridad y mi clase. Mi sencilla forma de ver el toreo, templar, bajar la mano y alargar la embestida en cuatro o cinco tandas espectaculares por un pitón derecho para enmarcar del toro de Juan Pedro. Una golondrina no hace verano, dice el refrán. También va por el torero. Pero ya no estamos desilusionados. Se cortó una oreja a ley. Que hacía mucha falta. También va por el torero.
Cuatro toros de Juan Pedro Domecq, desiguales de presentación. El mejor el 6º, noble y con transmisión y un gran pitón derecho. El 1º resultó noble. Ése fue el lote. El resto una oda a la invalidez. Un sobrero (4º bis) de Gavira, manejable. Un sobrero (5º tris) de Mari Carmen Camacho, muy a menos.
Julio Aparicio, herido muy grave en su primero.
Morante de la Puebla, silencio, silencio y silencio.
El Cid, ovación, ovación y oreja.
Se desmonteraron Ángel Otero en su primero y Rafael González y «Llaverito» tras parear al sexto. Los tres de la cuadrilla de Julio Aparicio.
Foto: las-ventas.com