GANAS DE TRIUNFAR Y GANAS DE COMER
IGNACIO PELÁEZ
4.ª de feria. Más de tres cuartos de entrada. Toros de Jandilla y Vegahermosa (1.º, 3.º y 5.º). Desigualmente presentados. Nobles y justos de fuerza. Bueno el 6.º, «Avispado», n.º 22, 03-06, 475 kilos, negro, premiado con la vuelta al ruedo. Jesulín de Ubrique (azul pavo y oro), estocada trasera y caída y dos descabellos (silencio); estocada (leve división). El Cordobés (tabaco y oro), estocada (oreja); pinchazo, estocada (oreja). El Juli (manzana y oro), pinchazo, estocada casi entera y trasera (ovación con saludos); estocada atravesada y descabello (dos orejas).
Viendo toros con un amigo de Almendralejo un día me dijo: «En mi pueblo sale el toro chico». Yo le contestaba que en mi ciudad venía armónico. Hoy le pido mil perdones. Ahora no me queda otra que decir que somos una plaza de pueblo. Y motivos no me faltan. Lo primero, las pancartas fuera de lugar, los aplausos a destiempo, los cánticos de tendido a tendido como si fuera un Pleno en el Ayuntamiento y, para colmo, la puñetera costumbre de lanzar las almohadillas al ruedo después de una buena corrida. Es mejor tener media plaza para evitar que las viejas de los politonos de la televisión envenenen la fiesta de los toros.
Entre el despropósito de lidia a los dos toros de Jesús y la pantomima que se montó en un momento Manolo, tuvo que llegar un torero a poner orden. Julián cuadró El Bibio y nos hizo recordar, a otros espero que aprender, cómo se hacen las cosas cuando un bicho con cuatro patas aparece por toriles.
Tercero de la tarde. Clava los pitones en la arena y una voltereta que equivale a un puyazo. A cuidarlo mucho en el caballo y a cambiarlo con dos pares. Sobrados no andaban los Jandillas de fuerzas.
Ver tan claro los toros sirve para plantear la faena y mejorar al animal sus defectos. Empezó por su pitón bueno, al natural le ligó tres de escándalo, por largos y por bajos. Otra tanda más de cuatro y remate con el pase de pecho por el pitón derecho. Julián enseñó al toro a embestir por el diestro. Tras mucho ayudar al toro, enlazó dos tandas con la muleta montada que la gente hasta se centró y dejó de pensar en pasodobles. Julián pinchó arriba y se fue un poco trasera la espada. ¡No hubo ni petición! Las ganas de triunfo, la rabia torera, el empuje y el coraje de un niño que nació hace 27 años en San Blas quisieron poner patas arriba Gijón. Salió «Avispado» y Julián lo paró y se estiró a la verónica. Con gusto lo dejó en suerte en el caballo. Le pegaron lo justo y el maestro despejó el ruedo para quitar por chicuelinas. La tercera, con la mano muy baja. Cambia otra vez con dos entradas de los rehileteros, a brindar al público que hay prisa por dejar claro quién manda en el toreo actual, aunque muchos de los que ya no están seguro que no querrían capear con El Juli. ¿Por qué? Porque un torero que cita en largo a un gran toro, con son y clase en la embestida, que se queda quieto y con el mismo pase lo coloca para empezar la tanda de derechazos templados y eternos y lo repite otra vez mucho más despacio, es que es un genio. Porque si quiere coge el izquierdo y borda unos naturales con el toro pegado, colocado y al mismo compás de la gran embestida de «Avispado». Porque le da igual el pitón y le da igual el toro. Porque te los hace embestir, aunque no embistan. El buen toro de Jandilla embistió, y muy bien. «Envidioso» planeó por el ruedo mientras su hermano hacía, incluso, el avión en la tela de Julián. Otra rompiéndose por el derecho, por el izquierdo, otra por el derecho, otra… Eso es el toreo, eso. Y no otra cosa. Mató, no muy bien: daba igual. Las dos orejas se pidieron con mucha fuerza. No había duda, las ganas de triunfar y de mandar, seguir mandando, perdón, han hecho indiscutible el poder de Julián enfrente del toro. El binomio de toro y torero, de «Avispado» y de El Juli, fue sencillamente soberbio, inmenso, colosal, grandioso… Muy en bravo. Lo peor, que se acabó la obra. Tras el descabello se dieron las dos orejas, justas y merecidas al rey de la tauromaquia. Mientras el alguacil esperaba al torero con los apéndices se le daba la vuelta al ruedo, no menos merecida, a «Avispado». Y como salen muchos toros buenos, a ver si de una vez lo hacemos bien. En el otro sentido y con el toro viéndosele el hierro y el número como reconocimiento. Deberes para la próxima.
Jesús Janeiro Bazán volvía a Gijón. Con el primero, un toro ni bueno ni malo, simplemente sin gracia, realizó una faena aseada y muy de galería. En el segundo de su lote, al que se le hizo todo muy mal, dominó de principio a fin la lidia. Jesulín se mostró inseguro, sin recursos y sin llegar a poderle nunca. Lo pasó mal y afortunadamente abrevió y consiguió matarlo a la primera. Los pitos han dejado claro que en El Bibio no tiene nada más que enseñar.
Por la puerta grande salió también El Cordobés. Al segundo le realizó una faena de cuatro muletazos y aspavientos al sol para cortar la oreja. Se tiró bien a matar y ejecutó bien la suerte. Al quinto, un toro bajo de raza y huidizo, le pegó los mantazos que no le había dado al anterior repartidos por toda la plaza. Al treinta dejé de escribir. Compréndanme que termine, porque seguir sería manchar la fiesta. Si alguien les pregunta, digan que triunfó El Juli, el genio, el maestro, el torero.
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