Ahora con tanta selección española y, sobretodo tanto mundial, se oyen a diario muchos himnos de diferentes equipos en los que sus representantes escuchan orgullosos la melodía de su país previa al partido. Ese respeto no debería reducirse sólo a la del país de uno sino con todos, aunque solo fuera por educación, que aparte de juego limpio, debe existir.
Hace unos días en Algeciras tuve la grata sorpresa de ver cómo los tendidos de la plaza de <<Las Palomas>> se ponían en pie para escuchar el himno de Andalucía. Los andaluces de nacimiento y adopción, o turistas taurinos como yo, nos pusimos en pie tras la muerte del quinto toro. Tan solo fui capaz de tararear el estribillo de nuestros blanquiverdes compatriotas y, sinceramente, fue emocionante, no sólo por su belleza sino por el sentimiento de quienes aportaban algo propio y distintivo a la fiesta de los toros.
Eso me refrescó la memoria y me acordé de aquellas pitadas a la banda de música en <<El Bibio>> cuando, hace ya unas cuantas Ferias de Begoña, sonaba la gaita en el tercio de banderillas. He de reconocer que no tengo predilección por el sonido de la gaita, ni mucho menos, con lo que parece masoquismo mi petición, pero creo que es necesario un aporte “nuestro” a la Fiesta, y qué mejor que en la capital asturiana del toreo, porque a este paso volverán antes las corridas en la playa de Candás que en la capital de Principado…
Retomando los cánticos, no entiendo porque se encendieron los aficionados cuando la gaita, algo que nos caracteriza y que hasta la Princesa Doña Letizia, escuchó el “Asturias Patria Querida” delante de los más altos cargos de nuestro mundo cuando se convirtió en monarquía, es por eso, ya que hay precedentes en las altas esferas, que debemos sentirnos orgullosos de aquello que nos hace especiales y aportar una pizca de asturianía a la fiesta que tanto auge está teniendo en nuestra ciudad.
No es raro ver este ejemplo en muchas plazas de nuestro territorio, en Bilbao se toca el txistu, en Zaragoza se ameniza la salida del último toro con una Jota aragonesa o la idiosincrasia de los tendidos de Pamplona, son sólo algunos ejemplos.
Todo esto nos lleva a plantear a nuestros vecinos que si cada comunidad aportase algo propio no solo enriquecería la fiesta taurina sino que favorecería la diversidad y abriría un abanico de opciones para hacer una fiesta taurina plural. De esta forma podría evitarse el nombre de Fiesta Nacional que provoca arcadas en un sector peninsular y se abriría una puerta para que ellos mismos diesen un toque personal a la tauromaquia. Pero este sector vive atormentado por los nombres. Son los mismos que justificaron matrimonio homosexual por ser únicamente una forma de referirse a esos enlaces y sin embargo critican que algo “nacional” pueda traspasar sus fronteras.
Ahora están más entretenidos con su nació, perdón comunidad autónoma, que es lo que siempre les ha importado. Al igual que quieren una fiesta sin muerte, ellos buscan una democracia sin libertad. Eso sí que es dar el cante.