DEFINICIÓN DE BRAVO: PUDOROSO


Que gusto ver a un toro bravo. Si de esos que salen al ruedo con su imponente estampa y su trapío como tarjeta de visita. Sin desproporciones, bien hecho y rematado. Un toro bravo que embiste alegre a las llamadas. Que se emplea en cada pase y que se vuelve para cada cite. Que se arranca con codicia al peto y que humilla mientras la puya le da su bendición de bravo. Que en la muleta vaya alegre y por abajo. Largo y con clase siempre. Pronto y repetidor. Casta y nobleza para enmarcar. Así era Pudoroso, de Victoriano del Río, herrado con el número 22 de pelo negro y nacido en agosto del 05, pesaba 572 kilos. Y fue un toro de Puerta Grande, pero para salir él por ella.

Enseñó su clase desde el principio. Claro como su embestida no engañó a nadie. Se presentó como un toro bravo y con dos grandes pitones. Tanto por el izquierdo como por el derecho iba largo y con transmisión. Madrid lo vio y esperó a Sebastián Castella, que había cortado una oreja trabajada a otro buen toro de Victoriano en una faena de más a menos clase porque el toro terminó/terminaron parado/parando.

Con Pudoroso Castella pudo reescribir su historia y su carrera. La historia de Las Ventas y del mejunje de San Isidro. Sebastián salió a por todas en su último cartucho. Salió a abrir la Puerta Grande que da paso al Olimpo del toreo. Se colocó en la cara, le echó valor y se dejó ver. Lo llevó pegado a la tela por el izquierdo y muy ligado por el derecho en unas tandas de buen toreo. El toro parecía seguir la muleta como si fuera su única función en la vida, que poco acostumbrados estamos a un toro bravo, que no sabemos ni como hacerlo. El toro era para reventar Madrid y la temporada, para poner bocabajo al 7, al 6, al 8 a todos los tendidos de Las Ventas y a todo aquel que lo viera por la tele. En la primera plaza del mundo no se le pidió la vuelta al ruedo a Pudoroso. La manía de los puyazos, de no ver que un toro se gasta más repitiendo cuarenta veces por abajo y sin ver otra cosa que muleta. La manía de las figuras con sus toritos nos ha llevado a los muermos que precedieron al despertar de la fiesta. Al despertar de la bravura.

Abría cartel, por imposiciones del ausente JT, «El Fundi» sombra del gran lidiador de toros complicados. ¿De verdad el primer toro cabeceaba más que un Palha con guasa? ¿De verdad que iba con la cabeza a media altura como los Miuras altones? Y luego Ferrera y Barrera aburriéndose por la tele al ver la feria desde su casa…

Perera no pudo justificar la sustitución por el mal juego de sus dos toros. El primero de su lote inválido, guisante negro de una preciosa corrida de Victoriano. El sexto, del segundo hierro, Toros de Cortés, que agota sus últimos atanasios no dejó opción por manso y justo de fuerza.

La espada privó a Castella de entrar en la historia. Un sitio que tiene desde hoy reservado Pudoroso, el toro que seguría vivo de haberse lidiado en el 85% de las plazas de España. Pero en que haya sido en Madrid, hace que tu nombre no se borre de la historia del toreo bueno, del toreo bravo, del toreo eterno.

Cinco toros de Victoriano del Río, desiguales de presentación. Uno de Toros de Cortés (6º) muy chico. Impresionante por su bravura el 5º.

El Fundi, silencio y pitos tras aviso.
ebastián Castella, oreja tras aviso y saludos tras dos avisos.
Miguel Ángel Perera, silencio en ambos.

Foto 1 y 3: burladero.com

Foto 2: las-ventas.com

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